miércoles, 3 de agosto de 2016

Lo que mal empieza, bien acaba (mi crónica de la Transvulcania 2014)


Publicado en Facebook el 14 de Mayo de 2014

Lo que mal empieza, bien acaba (mi crónica de la Transvulcania 2014)


Pues sí, la cosa empezó fatal, aunque ahora lo pienso y la situación me resulta cómica. Mi hermano y su mujer me iban a recoger el jueves a las 05’45 para llevarme a la Estación del AVE; yo me fui a la cama tras haber preparado concienzudamente mi maleta dejando todo perfectamente ordenado. Suena el despertador, me levanto, meto el neceser en la maleta, y cuando son las 05’25 me dispongo a cerrarla con el candado que el día anterior había comprado en un chino, candado con “arco reforzado” según ponía en el envoltorio. Cierro el candado, y cómo escucho algo extraño me da por meter la llave para ver si se ha cerrado bien….en esos momentos descubro, aterrorizado, que la cerradura se ha roto. La llave no abre, pruebo las tres llaves y ninguna abre, de hecho se ve la cerradura rota. Empiezo a sudar, miro el reloj, no sé muy bien qué hacer….saco la caja de herramientas y empiezo a tratar de forzarlo….nada, el arco sí que está reforzado sí, no hay forma. Los minutos van pasando, me duelen los brazos de tanto hacer fuerza tratando de abrir el puto candado, pero no hay forma. A la desesperada bajo al garaje, cojo otra maleta, subo a casa, y con unas tijeras destrozo la maleta inicial y saco todo de su interior en plan bola y lo meto en plan bola 2 en la otra. Y busco un candado y mira por donde encuentro otro (de los chinos también) que uso cuando voy al gimnasio….¡problema solucionado!


Mientras me llevan a la estación les cuento la película y se mean de risa, ya allí, desayunamos y me subo al AVE por primera vez. A la que me descuido estoy en Madrid, porque el bicho ese anda cómo la hostia. En medio del gentío consigo encontrar el tren que me llevará a la T4 y en otros 30 minutos ya estoy en Barajas. Para no variar, mi vuelo aún no está anunciado, por lo que me dedico a deambular, a desayunar por segunda vez, y a observar al personal. Me fijo que entre las miles de personas que van y vienen, hay gente con rasgos similares: zapatillas de trail, mochilas de hidratación, GPS en las muñecas…..algo que me dice que van donde yo voy. Mis sospechas se confirman cuando el vuelo a La Palma se anuncia: diría que el 95% de los pasajeros son corredores de trail dispuestos a vérselas con la Transvulcania.


En el avión voy con una pareja que en principio, me daban la sensación de no ser corredores (iban vestidos “normales”), posteriormente me cuentan que sí y que él va a hacer la ultra. Charrando de carreras y de estas cosas nuestras, ya veo por la ventanilla la pista de La Palma y me acojono un poco porque es muy pequeña…cómo este piloto no apure me doy el primer bañito de la temporada…pero aterriza y apura cómo las maquinillas de afeitar que anuncian por la tele. Al aplauso ese que muchos dan cuando se aterriza (lo odio), le sigue un clamor gritando “Transvulcania, Transvulcania” que me hace recordar a las tribus salvajes.


Cojo el coche de alquiler, llego a mi apartamento (precioso y gigante…demasiado apartamento para mí solo), me “disfrazo” de guiri con mi pantalón corto y mis sandalias, y me voy a por el dorsal porque sé que el viernes esto será un hormiguero. Lo recojo, me doy una vuelta, y llega la hora crítica para mí: la de ir a cenar a algún sitio. Y digo crítica porque siempre que salgo de viaje y veo a alguien comiendo o cenando solo pienso “pobrecito, nadie le quiere acompañar”, y ahora el pobrecito soy yo. A punto estuve de irme al apartamento y comerme un bocata, pero al final me decido y entro en una pizzería, donde todos me miran pensando “pobrecito, nadie le quiere acompañar” pero a mí se me olvida tras una cerveza y un chupito. Y a dormir, sabedor de que iba a ser la única noche de buen dormir allí.


A la mañana siguiente, tras un espectacular desayuno, llamo a Eduardo y me confirma que él y Javi ya están en el aeropuerto. Cojo el coche y me voy a verlos, feliz ya de no estar solo. Cómo el avión de los Setabenses viene con retraso, finalmente nos vamos los tres con mi coche a Los Llanos de Aridane, ya que es allí donde todos se alojan. Tras medio arreglar el tema de sus habitaciones allí, nos metemos en un supermercado-bar a almorzar, dándonos una alegría cuando nos dicen que los bocatas son a 1’80 euros. Me tomo una cerveza, alguno se toma tres, y enseguida aparecen los corredores de Xátiva que se unen al almuerzo. Posteriormente volvemos a Los Cancajos a recoger a los dos miembros de la expedición que faltaban, y tras recoger dorsales nos vamos a comer……ay la comida…teníamos mesa a las 14’45 y empezábamos a comer a eso de las 17’00….tal era el jaleo de gente que allí se congregaba. Entre risas, cervezas, farolas que se caen de manera espontánea, puros canarios, y cánticos de algún aprendiz de tenor, pasamos un rato realmente agradable, una comida que siempre recordaré. Luego ellos vuelven a sus guaridas y yo vuelvo a mi soledad. Esta vez no me voy de cena porque la comida había finalizado a las 6 y pico y yo estaba hinchado. Algo de fruta y a la cama, que aunque me quería dormir pronto, los nervios (y el concierto que estaban dando los de La Unión en la Feria del Corredor) me impidieron dormirme a una hora decente.


La alarma debía de sonar a las 2 de la mañana, pero a la 01’40 ya estoy despierto. Me levanto de la cama y empiezo a preparar lo que me falta: llenar botellas, distribuir material en la mochila, vestirme de “corredor”, etc. Desayuno, hago mis dos visitas preceptivas a Roca, y me voy al armario. Sí, me voy al armario porque dentro del mismo están los protagonistas de muchos quebraderos de cabeza durante las semanas, días y horas previas a la carrera: mis bastones. Sé que son de gran ayuda, que te ahorran fuerzas en las subidas, sé que la última carrera que hice sin ellos (Chiva) fue un desastre, pero aun así, siento que no debo de llevarlos. Ya sé que suena raro, pero Transvulcania era algo con lo que soñaba desde hace mucho y no quería que hubiera nada “físico” entre ese recorrido y yo, quería hacerlo sin más ayuda que mis piernas, quería hacerlo “puro”, no sé muy bien cómo explicarlo; pero a la vez, era totalmente consciente de mis limitaciones cómo corredor, de mis carencias, de mis puntos débiles (las cuestas), y si Transvulcania tiene algo, eso son cuestas. Finalmente los miro y les digo “hasta luego, no os necesito”, y salgo del apartamento…..


Parece mentira, pero son las 02’45 y todas las calles están llenas de corredores y corredoras andando en una misma dirección: a la parada de Guaguas (autobuses en Canario). Y a cada paso que doy me voy cagando más de miedo porque diría que el 80% de esos corredores llevan bastones, y los que no los llevan, tienen pinta de máquinas, de devoramontañas. Me subo al bus y a mi alrededor solo veo bastones….estoy a punto de decir al conductor: “jefe, espere un segundo que voy a por una cosa y vuelvo”, pero el autobús arranca y nos ponemos rumbo hacia Fuencaliente. Voy cagado de miedo, cómo un gladiador que está a punto de salir a la arena sabedor de que es un canijo y de que le espera un gigante musculado, aun así intento convencerme de que puedo hacerlo sin bastones: ”tú eres capaz, tú eres capaz” repito en mi mente cómo un mantra, y llega un momento en que me lo creo y me relajo. La relajación dura poco, ya que al rato, entre las nubes que hay por debajo de la carretera por la que circulamos, veo el Faro de Fuencaliente.


Ese Faro entre la niebla, la luna, la oscuridad….y están muy abajo. Quiero decir que sé de sobra que todo eso que estamos bajando lo voy a tener que subir dentro de un rato….y mi miedo se convierte en pánico. Aparecen unas luces azules destelleantes de la Guardia Civil que están cortando el tráfico, la guagua se detiene, se abren las puertas, y bajo a un mundo soñado y a la vez temido: la salida de Transvulcania. Me recibe con un viento huracanado, frío, y con miles de granos de arena volcánica que se clavan en mi piel. Busco a los valencianos en el Faro, donde habíamos quedado, pero no están. Busco refugio detrás de unos muros de piedra porque el viento es muy fuerte y porque el frío es intenso….son las 4 de la mañana y o me refugio y me siento, o lo voy a pasar mal. Me siento junto a una pareja de mexicanos, mientras trato de hacerme con mis amigos vía móvil….ná de ná…o están apagados o no los cogen. Asumo de nuevo mi soledad, dejo la bolsa que me llevarán a meta, y bajo hacia la zona de salida, con la inmensa suerte de encontrarme con Eduardo. Posteriormente nos vamos encontrando con los demás, y al juntarnos los 8 nos hacemos algunas fotillos y pasamos el control de chip. Ya estoy en ese lugar soñado, rodeado de más de 2000 corredores que cómo yo, necesitan recorrer esos 73’3 kms míticos. El ambiente es brutal, en la ladera de la montaña se proyectan los minutos que faltan para que empiece la carrera, y el speaker (Depa) va calentando el ambiente anunciando a los corredores de élite que van llegando: Kilian, Emilie, Anna, Timothy, Luis Alberto, Uxue….están todos aquí, toda esta gente que me deja hipnotizado con sus hazañas se encuentra bajo el mismo arco de salida que yo. Y a nuestro alrededor, gente y más gente que se va reuniendo para vernos salir….y eso que no son ni las 6 de la mañana, hace mucho viento y frío, y este Faro está alejado de todo. En un momento dado, el speaker nos dice que encendamos los frontales y que saltemos, que levantemos los brazos…..en esos momentos no puedo ni hablar, tengo un nudo en la garganta, no me pongo a llorar por pura vergüenza, pero en esos momentos dentro de mí solo hay alegría y emoción….las canciones cada vez son más animadas, la gente saltando, todo empieza a ser cómo un acelerón motivacional, un continuo subidón conforme pasan los minutos, una especie de locura colectiva, un ritual para alcanzar el éxtasis que Depa maneja con habilidad…“que saluden los del Faro” grita el speaker y desde allá arriba todos nos saludan….y empiezan a sonar los ACDC…..no sé cómo explicar lo que sentía en esos momentos, era algo mágico, bestial, un subidón tan intenso que desearía tener uno cada día…..no puedo ni hablar de la emoción…y de pronto me veo gritando junto a más de 2000 corredores “8,7,6,5,4,3,2,1….”… y aquello empieza a moverse, la visión hacia detrás y hacia delante es espectacular….miles de luces corriendo…..a los pocos metros llegamos al único “pero” de la carrera: si metes a 2000 personas por un sendero estrecho en el que solo cabe 1, pues se tapona; y sí, se hace un tapón impresionante. Tan impresionante, que cuando salgo del mismo han pasado 13 minutos y solo he recorrido 300 metros…


Y es entonces cuando empieza la carrera de verdad, es entonces cuando nos metemos en la tarea de ascender sin tregua casi 2000 metros en 16 kms; subimos entre la noche por un sendero muy empinado, un sendero de arena volcánica, es cómo correr por la playa pero por una cuesta eterna. No dejo de mirar arriba y abajo viendo ese sendero de luz que vamos dejando con los frontales; y pese a las horas que son, y el mal tiempo, aquello está lleno de gente de La Palma animándonos. He ido a carreras con buen ambiente, pero esto no lo había visto jamás, y todavía no sabía lo que me esperaba. Seguimos subiendo, esta vez por pista, y para mi sorpresa veo que puedo correr cuesta arriba…¡y sin bastones!....no obstante voy muy suave porque sé que me queda mucho por delante. Al rato empiezan a pasarnos los del medio maratón, que habían salido a las 06’30 del Faro…¡cómo corren los de la élite!....de nuevo un sendero estrecho y llegamos a Los Canarios. Allí, pese a que son las 7 de la mañana, no cabe nadie más en las calles para animarnos…..no sé, te hacían sentir cómo si fueras tú el que iba el primero, era absolutamente increíble lo que esa gente hacía….vamos, difícil andar, aunque allí las cuestas eran muy duras. Salimos del pueblo y pasamos por unas subidas tipo escaleras realmente duras, y poco a poco vamos subiendo y metiéndonos en zona de bosque y luego zona tipo volcán pelado. Mis piernas funcionan al 100% pero las cuestas no dan tregua, vamos ganando altura y observo algo también nuevo para mí: nadie habla. La gente va concentrada en subir y nadie tiene ganas de malgastar sus fuerzas en hablar, el viento “colabora” soplando en contra (lo que endurece la subida) y quitándote toda la energía que pudieras tener. Voy viendo paisajes que he visto mil veces en fotos, veo el Océano, el mar de nubes, el Teide, dos islas más (creo que el Hierro y La Gomera)….es alucinante el paisaje. Llega un momento en el que miro para atrás y me quedo hipnotizado al ver una montaña y un sendero que yo tenía puesto de protector de pantalla en el trabajo…¡estoy aquí!....impresionante.


Seguimos subiendo y me encuentro con Sergio. Tiene buena cara, nos hacemos una foto y me dice que solo Javi va delante de mí….me despido y me pongo a correr porque hay un trozo cuesta abajo. Empezamos otra subida larga, muy larga, no sé si sería la que llaman “El Reventón” pero a mí casi me revienta. Era muy empinada y la superficie era tipo gravilla, pero volcánica. Conforme pisabas te hundías y la sensación era de no llegar nunca arriba. Llegamos, otro avituallamiento, y ante mí otra cuesta que había visto mil veces en fotos….y sí, es tan dura cómo parecía en las fotos. Sigo subiendo, bastante bien por cierto, y aquello se hace llano un poco y me pongo a correr. Y chino chano, y aprovechando las bajadas, llego a El Pilar en 4h 37m. El Pilar es un gran avituallamiento instalado en una zona de picnic, a la vez es la meta de los que hacen la media y la salida de los que hacen el maratón. Allí como, bebo, me pongo la gorra y la crema solar, y a correr de nuevo.


Vienen los únicos kilómetros “medio” llanos, porque en realidad es un sube baja suave al principio, y porque desde aquí hasta el km 50, lugar donde se empieza a bajar, me quedan otros 2000 metros de subida; el paisaje cambia por completo y hay mucha vegetación, flores…realmente bonito. En un momento dado ya se ve la Caldera de Taburiente, y en lo alto, los observatorios del Roque de los Muchachos, el punto más alto de la carrera. Aunque parece que están ahí mismo, sé que quedan al menos 20 o 22 kms para llegar hasta allí. Poco a poco nos vamos metiendo en la cresta, la vegetación va desapareciendo y todo se vuelve más agreste, más “hostil”, y allí casi todo es cuesta arriba, aunque hay algunas bajadas “aprovechables” pero muy técnicas. El paisaje es brutal, no se puede describir con palabras, hay que estar allí para sentirlo y para sentirse tremendamente pequeño ante todo aquello. En un momento dado, el viento desaparece, y en su lugar llega un calor extremo. Empiezo a pasar a gente del maratón, y empiezo a ver a gente que se retira, a gente estirando porque tiene calambres, un corredor vomitando…Transvulcania empieza a enseñar sus dientes. Yo me encuentro perfecto, no me lo creo ni yo. Subo andando pero rápido, adelantando a gente, y en las bajadas corro y adelanto a muchos más. Todo va bien hasta que tras el avituallamiento del km 45 o 46, cuando me quedan 4 kms para el Roque, empiezo a notar que algo me pasa. Primero es con la isotónica: si bebo me entran unas arcadas terribles y mi estómago ruge, por lo que me paso al agua. Conforme me voy acercando al Roque, con el agua me pasa lo mismo….pienso “tu estómago necesita comida de verdad” y trato de mantener el ritmo, aunque el intenso calor, y los tremendos cuestones que nos tienen preparados aquí, me hacen mella. Paso junto a los observatorios (¡¡que pasada!!) y cuando estoy a 10 metros del avituallamiento, me entran ganas de vomitar. Cojo un plato de macarrones y una cocacola, me siento y trato de comer….pero apenas puedo y aquello se hace una bola seca en mi boca. Me noto mal, desorientado, todo lo hago a cámara lenta, creo que estoy entrando en una especie de shock…los corredores a mi alrededor están cómo yo: mirada perdida, algunos con la cabeza entre las piernas…..sí, pienso en retirarme, de hecho casi lo tengo claro porque me siento fatal; esto me encanta pero no quiero poner en riesgo mi salud…pero pienso en mi mujer y en mi hija, en lo que me han apoyado y en esta confianza que han puesto en mí, pienso en mis amigos, en mi familia, en la gente que me lee en el Face, en el sacrificio económico que ha supuesto el que yo esté aquí…..retirarse ahora sería un fracaso total. Consigo mal comer medio plato y pese a que sigo igual tomo una decisión: sigo para abajo….si me encuentro igual de mal, me retiro en el siguiente control.


Del Roque a Tazacorte (pueblo en la playa que es la meta del maratón) hay unos 18 kms de bajada brutal. 2400 metros de desnivel tremendamente técnico y difícil….a estas alturas, es una tortura para las piernas. Yo no lo sabía, pensaba que desde el Roque era un paseo, pero os juro que llegué a echar de menos las cuestas. Empiezo a bajar y al principio solo puedo andar porque me siento con ganas de vomitar. Pese al calor extremo, solo puedo beber pequeños sorbos de agua para humedecer la boca, algo que me asusta porque sé que si no bebo me voy a deshidratar bajo este sol abrasador. Poco a poco, no sé si por los macarrones, o si por ir perdiendo altura y estar menos expuesto al sol, voy sintiéndome mejor. De hecho, vuelvo a correr cómo siempre, y paso a un montón de gente. Vuelvo a ser feliz, el bache ha pasado, pero llegando a El Time me empieza a pasar lo mismo, se ve que con el movimiento que se genera al correr, el estómago se revuelve y vuelven las arcadas. Antes de eso, había visto a muchos corredores tirados bajo los árboles, otros con calambres, a una corredora a la que tuvieron que bajar en helicóptero…en resumen: una escabechina. En El Time veo a corredores en camillas con goteros puestos, aquello más que un avituallamiento parece un hospital de campaña. Pido un protector de estómago y me dicen que no tienen, pero un corredor me comenta que le había pasado lo mismo que a mí y que se le había ido con una cocacola. Pregunto y no tienen cocacola aquí, se les ha agotado…..bebo agua con hielo, mojo la gorra, e inicio la bajada hacia Tazacorte.


La bajada a Tazacorte era algo mítico para mí. He visto vídeos de esa bajada y siempre me han dejado alucinados. Es un zig-zag por un sendero empedrado, muy empinado, y a tus pies aparece de repente el pueblo y la playa. Pero antes de llegar a ese punto pasé por otros sitios en los que apenas podía correr por las dichosas arcadas. Vuelvo a repetir que lo más increíble de la carrera es la gente de la isla….aparte de la animación, en un par de casitas los niños habían montado sus “avituallamientos” sacando jarras de agua y vasos de cristal, así cómo comida, que te ofrecían a tu paso…..no sé cómo podría agradecer algo así, pero fueron gestos que pese a ir hundido, me levantaron la moral; incluso unos no tan niños me ofrecieron un vaso de vino….no me lo tomé por lo de las arcadas, que si no me lo hubiera cascado sin pensarlo. Y estas cosas hay que contarlas, que ya está bien de contar solo cosas malas del ser humano, hay gente maravillosa, y en La Palma me encontré a muchos de ellos. Llego a los “zig-zags” y me pongo a correr pese a las arcadas, porque ese tramo hay que hacerlo corriendo y punto. Allá abajo, muy abajo, veo a público mirando y tú bajando y bajando y nunca llegas abajo…..poco a poco vamos acercándonos a la playa, huelo a calamares (ummmm), los niños y sus padres nos aplauden y jalean en bañador….llego a la playa de Tazacorte, ambiente brutal, un paseo marítimo lleno de gente que te aplaude, que te anima, que te hace sentirte especial….llego al avituallamiento y una voluntaria me recibe con un vaso de cocacola…me lo bebo de un trago…le pido otro…me lo bebo de otro trago….meto la cabeza en un barreño de agua, y salgo cómo un cohete a por esos últimos casi 5 kms que me quedan hasta meta.


Nos meten por la playa, y luego por un barranco que parece Petra pero en pequeñito. Un corredor me dice que ahorre fuerzas porque aún queda un cuestón de casi 400 metros de desnivel para llegar a Los Llanos de Aridane, la deseada meta. Empiezan las cuestas finales y descubro que mis piernas están perfectas. La cocacola me ha devuelto a la vida (y yo durante años criticando esa bebida) y adelanto a todo quisqui por la cuesta. Justo antes de llegar al pueblo veo a un grupo de niñas acompañando a una corredora…al pasar a su lado veo que les están comentado a sus madres que se han hecho amigas de ella, la madre les hace una foto junto a ella…y es que aquí, en La Palma, la gente considera a los corredores poco menos que héroes, cuando los verdaderos héroes son ellos. Entro al pueblo, mucho ambiente, un corredor cojeando y los de su club ayudándole….giro a la izquierda, luego a la derecha y veo ante mí una recta larguísima (casi 1´5 kms)…al fondo un arco…..me pongo a correr cada vez más rápido. La gente se agolpa en la calle y me gritan y me animan, no solo los que están en la calle, si no los que pasan por las calles adyacentes. Todos los niños extienden los brazos para que les choque la mano, y cuando lo hago, ellos y sus padres me dan las gracias. Voy corriendo y disfrutando del momento, del mejor momento de cualquier carrera, porque para mí lo mejor no es pasar por el arco de meta, lo mejor es cuando tomo conciencia de que nada ni nadie me va a impedir que pase, cuando sé que lo he conseguido aunque aún no he llegado. Y en esos momentos sé que la Transvulcania es mía, que ya nada evitará que sea finisher. Poco a poco me voy acercando, cada vez más gente me anima, en ocasiones me da hasta vergüenza porque me hacen sentir cómo si fuera alguien de élite cuando no dejo de ser un manta….giro a la derecha, un niño extiende la mano y se la choco, y enseguida a la izquierda, y ahora sí, ya veo el arco de meta, la alfombra roja, eso que llenaba mis sueños desde hace mucho; voy dando la mano a la gente, todos la quieren tocar: los niños y los grandes…en un momento dado aquello se estrecha y extiendo los dos brazos y voy chocando mis manos a todo el mundo….es genial, el momento que tanto había esperado……luego dejo de chocar las manos y de un salto entro en meta tras 14h y 37 minutos de carrera. Lo conseguí, soy absolutamente feliz.


Luego vuelta a la calma muy poco a poco…de hecho, aún ahora, cuatro días después, sigo en una nube. Todo había acabado bien, pese a que empezó muy mal. Pero el destino me tenía reservada una agradable sorpresa final, algo que no esperaba y que me encantó…la guinda de ese pastel llamado Transvulcania. Cuando iba a embarcar en al avión de vuelta a Madrid, me dicen que Kilian Jornet vuela con nosotros. No me lo creo, pero giro la cabeza y lo veo junto a Emilie y parte del equipo Salomon, incluyendo a mi admirado fotógrafo Jordi Saragossa. Abandono mi timidez innata y me lanzo a hacerme una foto con Kilian, alguien a quien admiro profundamente y que me sirve de inspiración. Al bajar del avión me hago otra foto con Jordi y él nos hace una a Emilie y a mí. Tras ello, taxi a Atocha, AVE a Valencia, y vuelta a casa.


Y eso fue Transvulcania, una experiencia que jamás olvidaré. Sé que lo único que me voy a llevar de esta vida son las sensaciones, los sentimientos, esos momentos únicos e irrepetibles, y Transvulcania me ha llenado de ellos. Las risas con los amigos, ese viaje en coche donde vimos con asombro y cierto temor por primera vez la Caldera de Taburiente, la salida de la carrera, ese Teide allá a lo lejos, las islas, esos paisajes que había visto mil veces en fotos y en mis sueños, el Roque, la bajada de Tazacorte, esa niña dándome su vasito de agua en la puerta de su casa, la entrada en los Llanos y en meta….momentos únicos e irrepetibles. ¿Lo mejor del viaje?...bueno, la carrera es espectacular, dicen que es una de las más duras del mundo…yo no sé si lo será porque no he hecho tantas cómo para asegurarlo, lo que sí que puedo asegurar es que es con diferencia, la más dura que he hecho nunca…y la más bonita. El recorrido es sencillamente increíble, precioso, único. Pero lo mejor no ha sido la carrera en si, lo mejor ha sido la gente, la gente de La Palma, esa gente que hizo sentirme cómo un atleta de élite y que no dejó de animarme y mostrarme su apoyo y cariño, no solo el día de la carrera, sino antes y después. El ambiente de esta carrera es único, indescriptible, inolvidable. Podría escribir “gracias” un millón de veces y me quedaría corto.


Y poco más…agradecer a toda la gente que ha hecho esto posible: a mi mujer y a mi hija por la confianza depositada en mí y por ese dinero invertido en hacer mi sueño real, a mi familia que estuvo ahí siguiéndome desde la distancia, a los amigos que a través del wachap me hicieron sentir muy cerca de ellos, a la gente del Face que comentó y trató de seguirme…gracias, gracias a todos.


Me quedo ahora con un gran vacío que solo podré volver a llenar en cierta isla en Mayo de 2015…

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