MARATÓN DE JAVALAMBRE: La carrera sin bajadas
“A partir de ahora cuesta abajo”….eso me dijeron ayer varias veces en los avituallamientos, y sí, bajabas, 10 o 20 metros y por unos barrancos llenos de pedrolos asesinos que estaban deseando que te tropezaras y te dejaras otro diente, pero al momento te encontrabas con un nuevo paredón que tenías que subir…bueno subir, escalar encaja más con la realidad….
Estaba yo en casa tan pancho, apuntado a una carrera de 10 kilómetros de asfalto en Burjassot, cuando de pronto leo en el Face a un amigo hablando de su participación en Javalambre, y claro, me dio envidia. Y cómo a ese amigo yo lo metí en el ultra del Sobrarbe de una forma similar, no me quedó otra que apuntarme y olvidarme del (aburrido e insípido) asfalto…así ya estábamos en paz.
Y tras dormir en Ademuz, me planto en la Puebla de San Miguel con mis dos chicas dispuestas a animarme (gracias, mil gracias por este finde); hacía bastante rasca y ya se respiraba el ambientillo pre-carrera de montaña. En una especie de hogar del jubilado o club social o algo así me reúno con la gente del SOM mientras le pego las últimas cucharadas a mi fiambrera con muesli, nueces, semillas de mil cosas “bio”, cereales y mierdas de esas supuestamente sanas y ecológicas, y de paso me acabo mi zumo de naranja. Cambio de ropa, nos ponemos fresquitos, saludo a muchísima gente conocida (no los pongo aquí porque seguro que se me olvida alguien y la liamos, pero me encanta coincidir con vosotr@s una y otra vez; ya sea en La Palma, en Ainsa, o en este pueblecito perdido…), fotos, comentarios, risas, besos para mis chicas antes de salir y ale, a correr, sin disparo, ni pito ni leches….empezamos cuesta abajo mientras un drone sobrevuela nuestras cabezas, y cuando aun no llevo ni 500 metros de carrera me meto la primera hostia, ya que nos han bajado de golpe a un barranco al que te tienes que tirar desde un escalón alto y luego trepar por el otro lado….cómo somos muchos y no cabemos, y todos tenemos prisa, no piso bien y me doy la primera leche….me levanto y a correr.
En muy poca distancia la cosa se pone cuesta arriba, pero yo me encuentro bien y me marco un ritmo alegre…enseguida me topo con uno de los personajes que marcó la primera parte de mi carrera: el tío de la camiseta naranja y la mochila Salomon. No, no lo conocía ni tengo el gusto, pero me resultó peculiar porque algo debía de pasarle ya que cada vez que me acercaba se tiraba una sonora ventosidad, vamos, un pedo. Y cuando te tiras unos 16 kilómetro jugando al “te paso, me pasas, te vuelvo a pasar” pues ya ves….pedos y más pedos. Fueron pasando los kilómetros sin mención reseñable, con la banda sonora proveniente del culo de mi compañero al que dejé atrás allá por el km 17 o 18; yo me encontraba muy bien y hasta trotaba en muchas subidas que se dejaban trotar, hasta en las de cemento (las odio, te dejan seco); en los avituallamientos comía deprisa pero de todo lo que me va: frutos secos, sándwiches de nocilla, pepitas de esas de chocolate, alguna gominola que no tenía en mi riñonera y me apetecía mucho (cómo esas espirales de regaliz….las de color negro, las rojas me gustan menos), plátano, melón…vamos, que cargaba la batería. Y todo fue muy bien hasta que llegaron unos amigos a los que no veía desde hacía un par de años; señoras y señores, con todos ustedes……¡los calambres!
Sí, todo iba bien, me encontraba fuerte y pese a que llevaba un buen ritmo no iba en absoluto a tope ni asfixiado, de hecho iba haciendo números y veía muy muy posible bajar de las 6 horas; no es que fuera a buscar tiempo, pero me encontraba bien y estaba disfrutando y entraba dentro de lo posible. Subimos un cuestón de cuyo nombre no me acuerdo pero sí del porcentaje (habían cartelicos con el nombre y el desnivel, supongo que para acojonar al personal porque era mejor no leerlos): 34% ....y subí de cine, pero luego tropecé con un pedrolo y pisé mal y tuve esa terrible sensación de que algo quería agarrotarse por ahí abajo….seguimos, pasamos por un tramo precioso con cascadas, pozas, y unas escaleras de madera que se me atragantaron un poco, y ya empecé a notar que algo pasaba en mis piernas; más adelante pasamos por una serie de cortafuegos bestiales que te dejaban seco, de este sí que me acuerdo: el Cabroncillo….sí, se llamaba así, lo juro, y al lado de este rimbombante nombre otra cifra: 43% de desnivel. Cabroncillo sería hace años, de pequeño, porque ahora era un cabrón de manual….subidón terrible, me recordó mucho a la subida al Pico Espadán pero cómo si alguien tuviera el mando que regula la inclinación de un sillón de relax o una cama de hospital y hubiera ido presionando el “+” para que aquello se fuera empinando más y más….impresionante…encima mucha piedra suelta que hacía que pisaras y te fueras hacia abajo mientras provocabas un pequeño alud…..vaya tela con la subida…..mis piernas estaban bien, pero la sensación calámbrica ahí estaba, jodiéndolo todo….y al llegar arriba y sentarme para quitarme una zapatilla y sacar una piedra de su interior, ya confirmé que los calambres se venían conmigo: el pié se queda enganchado y solo recupera la movilidad al levantarme de nuevo.
En esos momentos, no me queda más cojones que pasar al modo “correr con calambres” y seguir, un modo que detesto. En ese modo hay dos cosas a tener en cuenta: una no dar pasos largos y no saltar (ohhhhh, con lo que me gusta ir pegando brincos), y dos, no tropezar y caerse, porque si tropiezas todo se acalambra tras golpear tu pierna contra algo, y si finalmente caes, seguramente todo se agarrotará y ya no podrás levantarte…al menos en un buen rato y con unos dolores que no deseo a nadie. Muy bonito todo salvo porque estoy en una zona llena de monte bajo, con millones de raíces traicioneras y ocultas en las que engancharte, y por supuesto con piedras a punta pala; encima, me da mucha rabia porque me encuentro fuerte, voy muy relajado de respiración y de todo, y no me queda otra que ir más despacio…la cosa es que voy chino chano, pero cada vez que la cosa se empina intento trotar y noto cómo poco a poco todo se va agarrotando, por lo que paso…¡qué rabia joder! Tras el alto de Barracas (para llegar aquí las pasas putas) bajo un poco y empiezo a darle caña y a adelantar gente, ya que es terreno técnico y aquí me manejo bien….y de pronto el aductor de mi pierna derecha y el cuádriceps se ponen de acuerdo y se quedan clavados, con un dolor impresionante. Paro, estiro, y veo cómo la gente me va pasando cuesta abajo…..vuelvo a trotar, se va el dolor y ale, para arriba de nuevo. Y básicamente los kilómetros fueron pasando así: con mucho cuidadito para no cagarla. No se me volvió a montar ningún músculo, supongo que el modo calambre sumado a las pastillitas de sales y magnesio harían su función, pero en todo momento tuve esa jodida sensación de que en cualquier momento mis piernas dirían “hasta aquí”. En un momento de la carrera, acercándome al Javalambre (subimos hasta lo más alto, impresionantes vistas y una gran sensación de soledad e inmensidad al estar todo pelado, sin árboles….qué pequeños somos joder), la gente que bajaba y los que subíamos nos cruzábamos, lo que le dio mucho ambiente a la cosa porque así podías saludar….bajamos, y de pronto miro para arriba y allá a tomar por culo veo un punto geodésico, una especie de antenas y gente….madredelamorhermoso, es el Javalambre, me está esperando el muy picarón…subidón terrible, corto pero terrible, y para mi sorpresa, agacho la cabeza cual avestruz y aunque ando, marco un ritmo muy alto y empiezo a adelantar gente…llego arriba, zampo y bebo cómo un poseso, y tiro para abajo sabiendo que (en teoría) estos últimos 15 kilómetros son cuesta abajo…..me cruzo con gente que sube mientras yo bajo (Jose Lillo, Edu, Roberto, Rafa Tamarit…) y me motivo porque voy bajando bien, no cómo yo hubiera bajado, pero bien.
Si al principio hablaba de la carrera sin bajadas es por algo: sí, las habían, pero salvo en los últimos 4 kilómetros, todas transcurrían por el fondo de barrancos con miles de millones de pedruscos, o laderas peladas con mucha inclinación y más pedrolos que no te dejaban recuperar mucho tiempo porque al menor descuido podías despeñarte desde un acantilado…por cierto, en una de estas (sin acantilado, menos mal) me pegué la segunda (y última) hostia del día…veo un cartel donde pone: “peligro, caída” y es verlo y caerme….cómo los chiquillos joder. Bueno, seguimos “bajando” y me sigo preguntando cuando coño acabarán las cuestas, porque no acabo de ver claro lo de “a partir de ahora todo cuesta abajo” cómo me había prometido uno de la organización, y de repente sí, tras el kilómetro 41, aquello por fin se pone cuesta abajo…
Miro el reloj y veo que pese a calambres y demás, me puedo plantar en meta en menos de 6h30m; las matemáticas nunca fueron mi fuerte, pero si voy por debajo de 6 el km entraré en ese tiempo…y cómo soy muy cagón, decido que mejor ir por debajo de 5 y así no me equivoco. Y ahora sí, pista cuesta abajo, empiezo a arrear y veo en el crono 4’30, algún 4’14, y en el avituallamiento del 43 ni me paro porque para dos kilómetros que me faltan….voy muy bien, puede que mis músculos se agarroten y se vaya todo a la mierda, puede que tropiece y me caiga y tenga que llegar a meta andando en 7 horas o más, pero vale la pena arriesgarse….no solo por el tiempo, sino porque me lo estoy pasando de puta madre y para eso corro en montaña: para disfrutar, si solo me preocupara el crono me tendría que replantear muchas cosas…. Y cuando pensaba que todo era pista cuesta abajo, unas señales me indican que gire a la izquierda y que….¡¡¡siiiiií!!!...y que suba de nuevo; me cago en todo, a la mierda la media, a la mierda las matemáticas, pero para mi consuelo la cuesta es corta y la hago trotando, y de pronto seguimos bajando pero por terreno muy técnico…me la juego y bajo a toda hostia derrapando en cada curva y pegando saltos (sí, el “modo calambres” lo llevaba en off), paso a un grupito que me había pasado en el último avituallamiento (tras mirarme con cara de “pobrecito, no puede más”; y es que la gente no entiende que yo cuando como y bebo no corro…en fin) y aquello se va allanando mientras paso por una zona muy bonita donde una familia está de picnic, le choco la mano a una niña que en la otra sostiene un bocata, les digo “bon profit” y sigo zumbando….mi GPS ya indica que he pasado el km 45 y que hay más distancia de la que esperaba, por lo que de tiempo ná de ná, paso al lado de un abrevadero y sin dejar de correr meto la mano y me mojo la cabeza porque hace un calor impresionante, y de pronto veo el pueblo; vamos corriendo por un sendero justo por encima, y a mi izquierda nuevo desvío y bajada radical hacía el asfalto….veo a dos corredores, voy cómo un misil cuesta abajo, y aunque esté feo decirlo, dos palabras vienen a mi cabeza: “estáis muertos”, no me refiero a que fueran mal, sino a que los iba a adelantar sin piedad (comprenderlo, eran muchas horas con miedo a los calambres y ahora estaba desatado) y en efecto, se apartan y paso zumbando….y para mi (grata) sorpresa, entro al pueblo y la meta estaba ahí, al entrar…es que odio llegar a los pueblos y que te hagan hacer 7 kilómetros más callejeando hasta que encuentras la puta meta, oye, que para eso hago carreras de asfalto, a mí me mola el monte y cuando se acaba, quiero que la carrera se acabe lo antes posible, por lo que fantástico no perder el tiempo doblando esquinas y buscando cómo loco el arco.
Y bueno, así acabó la historia, cómo curiosidad, a mí mujer le dije que me esperara en meta a las 14’30, que haría 6 horas y media, hice 6’32 (había casi un kilómetro más de esos 45) por lo que soy un chico puntual. Me bebí 20 o 30 cervezas, comí paella, vi llegar a amigos, saludé y felicité a gente a la que no conocía pero con quienes coincidí a ratos en la carrera (al de los pedos no lo vi, de todas formas no me hubiera acercado), hablé con algunos de la élite trail de Valencia, y poco más.
La carrera es muy bonita, lo malo es que es igual de dura que bonita, por lo que echad cuentas….cuando lo pasas mal, siempre te vienes un poco abajo y dudas de ti, de tu fuerza, de tu voluntad, de si serás capaz de……cuando tuve el tirón en el aductor y en el cuádriceps, estaba en una zona bastante alejada de todo, hasta retirarse (algo que jamás pasó por mi cabeza) era algo complicado porque no había nadie de la organización cerca; y en esos momentos pensé en Transgrancanaria, en lo que supondría que me pasara algo así allí, y me entraron los miedos, las dudas, el “no seré capaz”, pero sí, creo que sí seré capaz. Si algo me ha enseñado este mundillo, es que lo pasamos mal a ratos, que dudamos, pero siempre nos sobreponemos y seguimos adelante, quizás por eso te sientes tan bien cuando lo consigues, quizás por eso ayer disfruté tanto esos últimos kilómetros, porque sabía que pese a haberlo pasado mal, lo había conseguido. Un millón de gracias a todos y todas los que ayer, me hicisteis disfrutar y sentirme tan bien, os quiero!!!
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